El pueblo al sur del municipio de Punta Indio, es el nuevo destino del Centro de Formación Aeroespacial, como bien adelantó este medio la semana pasada. En esta oportunidad vamos a recorrer la historia de un lugar que siempre se está reinventando.
Pipinas tiene en su actualidad mil habitantes. La historia de su pueblo es la historia nacional, reflejada en esos mil habitantes: el auge de la industria, el neoliberalismo y la pérdida de los trabajos junto con la capacidad productiva, su apuesta al turismo y finalmente el proyecto Tronador que comenzó durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y que hoy en la gestión de Fernández continúa de la mano del ministro de Ciencia y Tecnología de la Nación, Daniel Filmus.
En 1913 ya se conocía al conjunto de casas de la zona como Pipinas. Las “pipinas” eran unas hermanas, hijas de una familia que trabajaba los tambos del lugar. Ambas, dice la historia, se acercaban a la formación ferroviaria para intercambiar tachos de llenos de leche, por otros vacíos en el tren que iba con destino a La Plata. Esa fue la actividad principal que tuvo Pipinas hasta que en 1936 un ingeniero de córdoba llegó al pueblo para comprobar lo que le habían dicho: el lugar era un yacimiento de conchilla calcárea, fundamental para la elaboración de cemento.
En 1939 el horno de la Corporación Cementera Argentina comenzó su actividad en el pueblo, haciendo crecer la cantidad de habitantes que llegaban para trabajar en ese rubro. Corcemar construyó la planta que llegó a darle empleo a más de 1.000 trabajadores inmigrantes que además de trabajo necesitaban una vivienda donde dormir. En consecuencia, alrededor de la planta cementera, comenzó a construirse el pueblo que aún hoy guarda la arquitectura urbana de ese entonces.
Durante dos décadas, la planta y el pueblo tuvieron destinos prósperos a raíz del progreso de la industria en el mercado interno. Con la sustitución de importaciones del gobierno de Perón, siguió en pleno auge, al punto de que la planta comenzó a ceder terrenos para la creación de instituciones necesarias para la convivencia civil: sala de primeros auxilios, centro deportivo, escuela primaria, jardín de infantes, comisaría, etc. Se puede decir que la creación de la cementera en ese lugar, impulsó toda la economía y movilizó a Pipinas como nunca antes.
Cuando en el año 50 la planta es adquirida por Alfredo Fortabat, Corcermar pasó a llamarse Loma Negra. Si bien el nivel de actividad no fue el mismo que antes (porque las políticas económicas nacionales ya no eran las mismas), el declive llegó con las políticas económicas que impuso Martínez de Hoz, el ministro de economía modelo de la última dictadura cívico militar argentina. Finalmente la estocada final llegó con las políticas neoliberales y los despidos masivos. Amalia Fortabat, viuda de Alfredo, se ocupó de despedir al 50 % de los trabajadores de la planta.
Es decir que un pueblo que vivía de y para la industria cementera, de un día a otro se encontró con que su principal fuente de trabajo se iba de allí. La decisión de los despidos afectó a los habitantes que habían llegado allí para trabajar en ese rubro de la industria, haciendo que el éxodo de pipinenses creciera. Ocho años después, en el año 2002, Loma Negra cerraba definitivamente su planta en Pipinas, dejando como en tantos otros lugares de la Argentina durante la presidencia de Menem, un pueblo fantasma.
Es triste ver cómo la falta de inversión y desarrollo puede afectar a una comunidad entera. La migración de pobladores y la disminución de comerciantes locales pueden tener un impacto negativo en la economía y la cultura de un lugar. Es importante que los gobiernos y las empresas consideren las consecuencias de sus acciones y tomen medidas para mitigar cualquier daño a las comunidades locales. Además, es importante que las comunidades afectadas trabajen juntas para encontrar soluciones creativas y sostenibles para su desarrollo y crecimiento. La historia de Pipinas es un ejemplo de cómo la falta de inversión y el cambio en los patrones de viaje pueden afectar a una comunidad, pero también puede ser una fuente de inspiración para encontrar nuevas formas de prosperar en tiempos difíciles.
A partir de ahí, los pipinenses vivenciaron la década más difícil de toda su historia. El amor por su lugar y el peso de la historia, no iban de la mano con la realidad fantasmagórica que atravesaban. A través de la Cooperativa Pipinas VIVA, los vecinos que quedaban restauraban las instituciones abandonadas. Nada parecía solucionar el problema de raíz, pero con la con la asunción del intendente Hernán Y Zurieta en el 2011, el resurgir de Pipinas se posó sobre el tapete y fue una de las prioridades de la gestión del actual administrador de la Dirección de Vialidad de la Provincia de Buenos Aires.

Reinventarse a partir del Proyecto Tronador
En el año 2012, con el inicio del Proyecto Tronador, Pipinas salió de su letargo y comenzó una nueva etapa de desarrollo y progreso para la región. Este proyecto se enmarcó dentro del Programa de Investigación y Desarrollo de Medios de Acceso al Espacio del Plan Nacional Espacial, que tiene como finalidad promover el desarrollo de tecnología espacial en Argentina y consolidar al país como un actor destacado en el campo de la exploración y utilización pacífica del espacio exterior.
El Proyecto Tronador II se ha desarrollado en varias etapas, y ha contado con la participación de numerosos científicos y técnicos altamente capacitados en el campo de la tecnología espacial. Entre sus principales logros se encuentra la realización de pruebas de motores y de diferentes sistemas de propulsión, así como la construcción de un cohete experimental que fue lanzado con éxito en 2019.
Es interesante ver cómo un proyecto de envergadura como el Proyecto Tronador puede tener un impacto tan significativo en la economía y el desarrollo de una pequeña localidad como Pipinas. La inversión en infraestructura y tecnología asociada al proyecto, así como la creación de empleo directo e indirecto, son factores clave que contribuyeron al crecimiento económico y a la generación de oportunidades en una comunidad. Además, la promoción del turismo como una actividad complementaria ayudó a diversificar la economía local y atraer visitantes de otros lugares, lo dio efectos positivos en la calidad de vida de los residentes.
La llegada de Mauricio Macri a la presidencia en el 2015, acompañada de su total desinterés por el Proyecto Tronador II y todo el Proyecto Aeroespacial Argentino, catapultó la pérdida de puestos laborales. No solo en el stand, que fue cerrado, sino en la misma fábrica, ya que se desmanteló la producción y se dejó de ensamblar piezas para ese entonces.
A partir del año 2012, el Proyecto Tronador II fue establecido en Pipinas con el objetivo de poner en órbita satélites para observar la Tierra con aplicaciones pacíficas. Esto generó nuevos empleos en el pueblo y contribuyó al resurgimiento económico y social de la zona. Además, el proyecto también se convirtió en un punto turístico emergente.
Desde el inicio del proyecto, los jóvenes de la zona comenzaron a trabajar en el stand del Tronador ubicado en la ruta 36 y recibieron capacitaciones de promoción previas. Esto generó nuevos puestos de trabajo, que fueron ocupados prioritariamente por habitantes locales de Pipinas y del resto del distrito de Punta Indio. A su vez, la mano de obra especializada en materia aeroespacial provino preferentemente de Córdoba.
En resumen, el Proyecto Tronador II permitió el resurgimiento de Pipinas a nivel económico y social, generando empleos y convirtiéndose en un punto turístico emergente.